POSIBLES FUENTES DEL LATÍN VULGAR I

10.11.2022

En la publicación anterior sobre latín vulgar dijimos que no tenemos unas fuentes claras de donde extraer "el latín vulgar", pero dijimos que sí que en algunas obras se encuentran "vulgarismos", es decir, palabras o construcciones que están mal escritas porque no se corresponden con lo que conocemos como "latín clásico". En esta publicación de hoy vamos a hacer un repaso a los vulgarismos hallados en las obras latinas. 

En las obras retóricas se han encontrado muy pocos, en concreto en el siglo XIX, Rebling estudió los vulgarismos de las obras retóricas de Séneca el Viejo y halló los primeros vulgarismos latinos. 

En las obras históricas depende de los autores el que haya más o menos vulgarismos: Julio César es un ejemplo de latín puro y sus obras intentan dar una imagen de sí mismo por ello intenta cuidar el lenguaje y los vulgarismos encontrados en las obras atribuidas a él se tratan de procesos de ultracorrección. 
En Salustio se encuentran pocos vulgarismos y en Tácito lo hallado es una confusión entre los finales en -D y -T. 

En el género epistolar se encuentran pocos porque en la Antigua Roma en su mayoría las cartas se escribían para ser publicadas, pero las que tenemos que no fueron escritas para ser publicadas, estas sí son de interés para el latín vulgar por ser un lenguaje más relajado: las Cartas a Trajano de Plinio el Joven y las Cartas de Cicerón a sus familiares. 

En el teatro, como ya dijimos, Plauto se convierte en una fuente muy importante. Según Hofman el estilo de Plauto es el latín familiar, un latín relajado que podría ser el empleado por el pueblo romano. 

En el género del epigrama, encontramos uno de Catulo donde el poeta se ríe de los errores de pronunciación que comete Arrio, un rasgo de vulgaridad. 

Este análisis demuestra que en las obras escritas con un gran grado de cultura hay menos vulgarismos y para encontrarlos es mejor centrarse en obras con menor cultura en ellas y posteriores a la etapa clásica.